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De la oscuridad del chenil al encuentro de una vida digna.

    Muchos de vosotros me habéis pedido que por qué no contaba algunas anécdotas de animales que pasaron por mis manos; cómo resultó su trabajo, evolución y rehabilitacion. Por qué a menudo es necesario derivar al veterinario en comportamiento para arreglar determinadas patologías; a menudo, el trabajo del educador debe complementarse con la ayuda…

 

 

Muchos de vosotros me habéis pedido que por qué no contaba algunas anécdotas de animales que pasaron por mis manos; cómo resultó su trabajo, evolución y rehabilitacion.

Por qué a menudo es necesario derivar al veterinario en comportamiento para arreglar determinadas patologías; a menudo, el trabajo del educador debe complementarse con la ayuda del clínico (y viceversa) para recuperar al animal.

Sin ir más lejos podemos comenzar con el caso de Karín y su historia particular. Quizá personalizo demasiado pues se trataba de mi propia perra pero muchas veces nuestras experiencias personales son las que mejor se pueden describir:

Karín era una perra de cría; su vida durante los cuatro primeros años se limitó a pasar de un criadero a otro y traer al mundo cachorritos: sin estímulos, sin caricias, sin cuidados, sin calor… el principal problema de cambiar tanto de “criador” era el canibalismo; principalmente el estrés y la ansiedad eran el desencadenante de cometer el aberrante suceso, si había problemas internos nadie lo sabía pues poco visitaba al veterinario…

La conocí aquel fatídico 11 de septiembre, el de “las torres gemelas” en el criadero de un amigo (que durante casi un año la cuidó dignamente hasta que llegó a mis manos) y aquella mirada huidiza y asustadiza pedían en el fondo comprensión y cariño. Después de muchos vaivenes, casi un año después se convirtió en mi compañera hasta el día de su muerte.

La rehabilitación fue dura, después de cuatro años y medio de encerramientos en jaulas no sabía lo que era vivir en un hogar, jugar con más perros o salir calmada a la calle o al campo.

Sus controles veterinarios fueron exhaustivos; sus órganos reproductores estaban en tal mal estado que la tuvimos que esterilizar; sus patologías del comportamiento eran tal que la ayuda del clínico fue vital para la recuperación (gracias al equipo del Policlínico de Raspeig) de su personalidad y, por supuesto, la que yo le pudiera aportar en su entrenamiento y estimulaciones.

Pasó de esa oscuridad del chenil al encuentro de una vida digna; a ser mi ayudante y colaboradora habitual en mis clases y en mi vida.

Con doce años un fatal tumor en el bazo terminó con ella; aún así y a pesar de ser el más agresivo de los que existen decidí operar y con sus tratamientos de quimioterapia se quedó a mi lado cerca de cuatro meses más. Teníamos claro que mientras hubiera calidad de vida se quedaría a mi lado y así fue hasta el 9 de julio de 2010 que decidí detener su corazón.

Una parte de mí se marchó con ella aunque Karín de Casa Taiss ha sido sin duda la mejor experiencia personal y profesional que un animal me ha podido aportar.

Vaya este homenaje a la de Bilbao, como cariñosamente me gustaba llamarle.

 

 

 

 

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